Por Carlos Aguilar, Gerente de Causa y Efecto
Escenario 1: Escasez de mano de obra
La escasez de mano de obra es un problema que ha venido golpeando los polos de desarrollo Colombiano. En regiones como la sabana de Bogotá, el Oriente Antioqueño y el Eje Cafetero, se ha convertido en un asunto estratégico a tal punto que cuesta la quiebra de empresas textileras, agrícolas y de servicios.
Por citar un ejemplo, en la sabana de Bogotá se necesita quién procese los ramos de flores que van para exportación, pero en picos de cosecha no hay mano de obra disponible.
En la zona cafetera (sólo en Risaralda) tenemos un déficit de 25.000 recolectores… en cosecha literalmente se pierde el grano. No hay trabajadores para confecciones, no hay conductores para las empresas de carga, en las industrias los trabajadores no duran más allá de dos meses y prefieren la informalidad. La mano de obra en estos sectores se convirtió en un servicio bastante preciado.
Escenario 2: Escasez de empleos formales
Por otro lado el DANE reporta cifras de desempleo que superan los dos dígitos. En enero de 2018 la tasa de desempleo en 13 ciudades y áreas metropolitanas fue 13,4 por ciento y el nivel de ocupados cayó en más de 183.000 personas.
A esta problemática se suma la tasa de informalidad. En el campo Colombiano el indicador se sitúa en el 82%. Tal es su criticidad, que el Banco de la República en su informe 1023 del 2017 “Informalidad laboral y elementos para un salario mínimo diferencial por regiones en Colombia”, propone nivelar el salario mínimo por lo bajo.
El argumento se basa en la suposición de que para lograr la formalización y aumentar la tasa de empleo, se debe amarrar el salario mínimo a la productividad local. Es decir, existen regiones del país donde los trabajadores no alcanzan a producir lo que se les paga y por esto hay altas tasas de desempleo e informalidad.
Bajo esta lógica, la propuesta consistía en bajar el salario mínimo de las regiones menos productivas para que haya mayor formalidad y se pueda acceder a servicios de bancarización, cajas de compensación y régimen de salud contributivo.
El argumento se basa en la suposición de que para lograr la formalización y aumentar la tasa de empleo, se debe amarrar el salario mínimo a la productividad local. Es decir, existen regiones del país donde los trabajadores no alcanzan a producir lo que se les paga y por esto hay altas tasas de desempleo e informalidad.
Bajo esta lógica, la propuesta consistía en bajar el salario mínimo de las regiones menos productivas para que haya mayor formalidad y se pueda acceder a servicios de bancarización, cajas de compensación y régimen de salud contributivo.
¿Es esta una decisión inevitable o existen otros caminos?
Si analizamos el panorama completo, es decir, abordando ambos escenarios, podemos decir que existen regiones en Colombia donde no hay mano de obra disponible y existen regiones donde la hay pero esta “no es productiva”. Visto así, el problema tendría dos aristas:
- Arista geográfica: la oferta y la demanda de mano de obra están en diferentes regiones.
- Arista productiva: la mano de obra en las regiones no es productiva.
¿Qué soluciones podríamos idear basados en estos escenarios y teniendo en cuenta ambas aristas?
Empecemos por analizar dos casos en los que se han planteado soluciones interesantes:
Caso flores
El primer ejercicio para solucionar este problema se lo debemos al sector floricultor y a dos personas específicamente: César Gómez y Mauricio Morales, gerentes de recursos humanos de una empresa del sector flores, quienes desarrollaron un programa donde conectaron la oferta y la demanda de mano de obra en picos de producción.
Ellos lograron llevar operarios de las zonas con altas tasas de desempleo -como la Guajira, Córdoba, Nariño- a la sabana de Bogotá, para trabajar durante picos de producción (30 días) pagándoles el salario mínimo, con las prestaciones de ley, horas extras, transporte, alimentación y hospedaje. Este ejercicio soluciona el punto 1, la arista geográfica.
Caso manufactura
Para la arista de productividad el caso lo protagonizan las ensambladoras. Estas se han planteado el reto de desarrollar la productividad de los operarios en tiempos muy cortos y con estándares mundiales mediante una herramienta conocida como Escuelas de Destreza, las cuales permiten:
- Seleccionar a los empleados para las labores de acuerdo con su potencial de destreza, es decir, hay que determinar si la persona tiene destreza fina, destreza gruesa, destreza cognitiva, y a partir de allí asignarle el entrenamiento posterior. Existen operarios que pueden tener la mejor intención pero si los ubicamos en puestos de trabajo errados les costará ser productivos y muy probablemente sumen a la estadística de abandono de los puestos de trabajo.
- Formar a los empleados en máximo 2 días. Las ensambladoras son capaces de formar pintores, ensambladores, soldadores en lo básico para desempeñar la labor a niveles de productividad internacionales en periodos de entrenamiento muy cortos.
El programa desarrollado para flores, aplicando la solución geográfica y escuela de destreza logró en 3 años 37% de productividad con respecto al primero, y más allá de solucionar el problema de mano de obra de una empresa, nos da pautas para el camino a seguir, que definitivamente no es el salario mínimo por regiones que propone el banco de la república, lo que nos muestra la experiencia es que hay que conectar la oferta y la demanda y entender que no estamos en el país de hace 20 años.
Otros casos
Otro ejemplo contundente de productividad en regiones “poco productivas” es la planta de ensamble de motocicletas de Auteco en Cartagena, que hoy por hoy es más productiva que las ubicadas en Medellín, y con un componente adicional, 70% de la mano de obra está compuesta por mujeres.
Existen muchos casos a analizar, como el de los talleres satélites de los grandes productores de confecciones o cuero. Es obvio que es más barato producir en San Bernardo, Nariño, que en el Oriente Antioqueño o en una maquila China, el transporte interno colombiano no tiene los mismos costos de hace décadas que hacían inviable el tener centro de producción en Nariño, Risaralda, Córdoba, Casanare o la Guajira.
Hoy es posible, si pensamos diferente. Por ejemplo, hace poco estuvimos en un evento de una agremiación de transportadores de carga donde la queja era que no había conductores, la pregunta a resolver es ¿dónde hay personas que quieran y necesiten este trabajo? La respuesta es obvia, por donde pasan los camiones de los centros de producción hacia los puertos. El problema a resolver es cómo formarlos y allí es donde aparece el estado, hay que formar rápido y con alta pertinencia en los lugares donde está la mano de obra y juntarla con la demanda.
Hoy existen varios pilotos de iniciativas como las mencionadas, por ejemplo en el sector cafetero en esta cosecha se llevaron 120 personas del Tambo, Sandoná y Yacuanquer, Nariño, a la zona cafetera antioqueña, pagándoles el salario mínimo con prestaciones y horas extras, son esfuerzos privados, donde la investigación y desarrollo corre por cuenta de algunas personas que quieren provocar un cambio, pero indudablemente es un problema estructural y la escala del problema y la solución requieren la intervención del estado.